La capacidad de perdonar es tan poderosa que todas las religiones la tienen en cuenta. Pero más allá del sentido místico o trascendental que se le quiera dar, el poder del perdón nos permite crecer y avanzar en la vida.
Perdonar es mucho más que una mera palabra; supone tener una comprensión profunda de uno mismo y del otro que nos permite entender el cómo y el porqué de lo que hacemos.
Perdonar necesita de la empatía: sólo si somos capaces de ponernos en el lugar del otro podremos perdonar.
Antes, incluso, de alcanzar la edad adulta, nuestras vidas se llenan de exigencias. Parece haber un camino trazado que todos hemos de seguir en el que nunca hay espacio para la equivocación. Y, a veces, tampoco para rectificar.
Esto nos vuelve más intolerantes con nosotros mismos y con los demás. Admitir una equivocación, propia o ajena, comprenderla y perdonarla es la oportunidad de seguir adelante sin lastres, sin anclarse en el pasado y sin arrastrar rencor o resentimiento.
Perdonar nos ayuda a ser más generosos, más tolerantes, más realistas y más felices. Pero, para perdonar, debemos estar dispuestos a comprender de verdad los motivos que subyacen al error propio o ajeno, sin juicios ni valoraciones previas.
El perdón tiene un indudable poder terapéutico. Cura las heridas de los errores del pasado, dejándolos atrás y dando la oportunidad de empezar de nuevo, mientras pone de manifiesto nuestras limitaciones para que tomemos conciencia de ellas y podamos superarlas.
Nos coloca, a nosotros y a los demás, en un nuevo punto de partida desde el que podemos empezar otra vezsin arrastrar situaciones que pertenecen al pasado.
así, el poder del perdón es también tremendamente liberador, tanto para quien perdona como para quien es perdonado. Supone un punto y final a la incomprensión y la oportunidad de dejar atrás el pasado para centrarse en el presente y, por tanto, en el futuro.
El requisito fundamental para poder disfrutar del poder del perdón es hacer uso de la empatía, quizá lo más difícil cuando se trata de situaciones donde entran en juego los sentimientos.
Perdonar pasa por comprender que no somos perfectos, que podemos equivocarnos y que cada persona es un mundo de sentimientos y circunstancias.
Ponerse en el lugar del otro supone abandonar nuestra visión del mundo por un momento para entender cómo ven y viven la vida los demás, dejando de lado los prejuicios, los reproches, el rencor y la culpa.
Cuando somos capaces de hacerlo, el perdón llega solo y despliega ante nosotros todo su poder. El perdónnos libera de los lastres del pasado, nos reconcilia con nosotros mismos, nos ayuda a crecer como personas y nos coloca en disposición de avanzar en la vida.
Por eso la capacidad de perdonar es tan valorada en todos los movimientos religiosos y espirituales y se le atribuye cualidades cuasi místicas a quien es capaz de hacerlo. Porque existen pocas cosas tan liberadoras y tranquilizadoras como el poder del perdón.
fuente: http://yosoy.net/
Imagen cortesía de Kimberley Hill
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