Una página no es una hoja. La primera pertenece al universo gráfico, la segunda al universo del papel. Línea a línea el tipógrafo compuso la página. Veamos su proceso final
La página en paquete, tal como ella viene de ser construida, necesita ser corregida. La composición a mano se hace a veces con una cadencia apresurada, por lo que el tipógrafo no puede evitar las faltas o los errores. El operario va pues a efectuar una prueba de galera, para esto entinta su paquete con un pequeño rodillo de pasta, humedece una hoja de papel con una esponja, coloca la hoja sobre el paquete, la cara húmeda hacia abajo y pasa una brocha chata o de lo contrario, sirviéndose de un taco de madera revestido de cuero y cubierto de un trozo de fieltro, sobre el cual se dan pequeños golpes con un martillo. Con más frecuencia se emplean pequeñas prensas especiales dotadas de un rodillo de goma o plástico. Para los mismos efectos se pueden utilizar las prensas calcográficas convenientemente acondicionadas.
Las correcciones hechas demandan una nueva lectura y tal vez muchas más. Las pruebas son enviadas entonces al autor para que el mismo haga las correcciones o cambios pertinentes.
Estas pruebas son llamadas pruebas de galera, para diferenciarlas de las pruebas definitivas.
Algunas precisiones sobre la construcción de la página son aquí necesarias. En un formato dado de papel, la superficie impresa puede variar de ancho o de largo y sus medidas, estando fijadas, pueden variar en la página dando lugar a márgenes diferentes.
El ancho de la superficie impresa, también denominado el ancho de las líneas compuestas, lleva el nombre de justificación.
En nuestro ejemplo, la justificación es de 14 ciceros. La altura de esta superficie lleva el nombre de altura de la página; se la puede calcular, a priori, tomando en cuenta el número de líneas, la fuerza del cuerpo y del interlineado. En nuestro ejemplo, la altura de la página es de 39 ciceros.
El folio (número de la página) y el título, cuando lo llevan, se comprenden o no dentro de la altura de la página; es suficiente con indicarlo.
Los cuatro márgenes no tienen, desde el punto de vista tipográfico, la misma importancia. El emplazamiento preciso de la superficie impresa en la página se ajusta, para evitar toda confusión, al formato del papel. Se determina por el margen de cabeza (en nuestro caso 8 ciceros) y por el margen de pequeño fondo (en nuestro ejemplo 9 ciceros); en una página abierta, los dos márgenes de fondo se juntan. El margen de gran fondo y el margen de pie, no tienen el mismo rigor, en razón de las ligeras diferencias de tamaño de las hojas de un mismo formato, sobre todo en los papeles hechos a mano y no desbarbados.
Constituye todo un arte el determinar los diferentes elementos de una página: cuerpo a emplear, interlineado, justificación, altura de la misma y los márgenes, los cuales son frecuentemente función los unos de los otros, sin que pueda darse al respecto ninguna regla precisa. Todo es cuestión de gusto y de sentido tipográfico y tal vez de soluciones no convencionales y en ruptura con las ideas recibidas, que se revelan en hechos interesantes.
El trabajo del compaginador tiene por guía solamente simples indicaciones; tal vez una maqueta con ayuda de pruebas de galera recortadas y pegadas, luego colocar los títulos, calcular los blancos necesarios, intercalar los grabados en madera o clisés que acompañarán la página y nuevamente.
La página en paquete, tal como ella viene de ser construida, necesita ser corregida. La composición a mano se hace a veces con una cadencia apresurada, por lo que el tipógrafo no puede evitar las faltas o los errores. El operario va pues a efectuar una prueba de galera, para esto entinta su paquete con un pequeño rodillo de pasta, humedece una hoja de papel con una esponja, coloca la hoja sobre el paquete, la cara húmeda hacia abajo y pasa una brocha chata o de lo contrario, sirviéndose de un taco de madera revestido de cuero y cubierto de un trozo de fieltro, sobre el cual se dan pequeños golpes con un martillo. Con más frecuencia se emplean pequeñas prensas especiales dotadas de un rodillo de goma o plástico. Para los mismos efectos se pueden utilizar las prensas calcográficas convenientemente acondicionadas.
Las correcciones hechas demandan una nueva lectura y tal vez muchas más. Las pruebas son enviadas entonces al autor para que el mismo haga las correcciones o cambios pertinentes.
Estas pruebas son llamadas pruebas de galera, para diferenciarlas de las pruebas definitivas.
Algunas precisiones sobre la construcción de la página son aquí necesarias. En un formato dado de papel, la superficie impresa puede variar de ancho o de largo y sus medidas, estando fijadas, pueden variar en la página dando lugar a márgenes diferentes.
El ancho de la superficie impresa, también denominado el ancho de las líneas compuestas, lleva el nombre de justificación.
En nuestro ejemplo, la justificación es de 14 ciceros. La altura de esta superficie lleva el nombre de altura de la página; se la puede calcular, a priori, tomando en cuenta el número de líneas, la fuerza del cuerpo y del interlineado. En nuestro ejemplo, la altura de la página es de 39 ciceros.
El folio (número de la página) y el título, cuando lo llevan, se comprenden o no dentro de la altura de la página; es suficiente con indicarlo.
Los cuatro márgenes no tienen, desde el punto de vista tipográfico, la misma importancia. El emplazamiento preciso de la superficie impresa en la página se ajusta, para evitar toda confusión, al formato del papel. Se determina por el margen de cabeza (en nuestro caso 8 ciceros) y por el margen de pequeño fondo (en nuestro ejemplo 9 ciceros); en una página abierta, los dos márgenes de fondo se juntan. El margen de gran fondo y el margen de pie, no tienen el mismo rigor, en razón de las ligeras diferencias de tamaño de las hojas de un mismo formato, sobre todo en los papeles hechos a mano y no desbarbados.
Constituye todo un arte el determinar los diferentes elementos de una página: cuerpo a emplear, interlineado, justificación, altura de la misma y los márgenes, los cuales son frecuentemente función los unos de los otros, sin que pueda darse al respecto ninguna regla precisa. Todo es cuestión de gusto y de sentido tipográfico y tal vez de soluciones no convencionales y en ruptura con las ideas recibidas, que se revelan en hechos interesantes.
El trabajo del compaginador tiene por guía solamente simples indicaciones; tal vez una maqueta con ayuda de pruebas de galera recortadas y pegadas, luego colocar los títulos, calcular los blancos necesarios, intercalar los grabados en madera o clisés que acompañarán la página y nuevamente.
Fuente: http://papelera.eurofull.com/shop/detallenot.asp?notid=92
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